Así sonrió a la dama

Entró despacio y a oscuras
A robar de su boca la sonrisa
Entró sin hacer ruido
A tocarle las mejillas

Un rictus trazó sus labios
Y perdiendo el color
De sus mejillas
Serenamente
Se fue entregando.

Miraba a la dama
Vestida de negro
Con una dulzura
Resignada y serena.
Le entregó el alma
Y tensando el cuerpo
Y olvidó sus penas.

No se quiso despedir
Para que nadie sufriera
Un frío de muerte envuelve
Cada rincón de su casa
Y reflejada en el espejo
La silueta de la parca.

Solo se quedó el hogar
Triste se quedó la estancia
Y reposando en el lecho
Entre las sabanas blancas
Yace sin vida su cuerpo
Al despuntar la mañana
Así yaceremos todos
Cuando dejemos el mundo
Al que no pertenecemos.

Ana Olmo