Arrastrando los pies desgaste los caminos
Desechando fui senderos que conocía
Disfrute como nadie la belleza del campo
Y vi envuelto mi cuerpo en las llamas de la ira.
Corrí y corrí a mi casa sin descanso
Con la voz rota de miedo llamaba a mi familia
Un fuego abrasador subía del suelo
Que taponaba el cielo de cenizas.
El humo cubría las calles del pueblo
Los fantasmas de las llamas se abrían camino
Y en los montes verdes quedaron las huellas
De un fuego voraz, que borro el destino.
Donde había vida pululan pavesas
Ya no se oyen trinos que alegren el aire
Y un viento caliente arrastra las cenizas
Tapando una puerta que no cierra nadie.
Ya nadie pasea las desoladas calles
Ni en la torre tañen las campanas de bronce
Ni en el campanario anidan las cigüeñas
Ni las calles hablan con sombras de nadie.
Ana Olmo
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