La parca camina, taimada y silenciosa,
Por los soportales negros, de tiempos dormidos,
Con la guadaña al hombro, y cínica sonrisa,
Buscando al más débil, con el rostro libido.
En las muchedumbres, de voces lejanas,
El eco babélico, de voces y olvido,
Un cortejo fúnebre, preside a la sombra,
Penumbra eclesiástica, de gloria en el limbo.
Campanas de muerte, van tañendo al viento,
Unas manos negras, sin dueño ni origen,
Jalan de la cuerda, y voltean las campanas,
Mientras que la parca, a la fiesta asiste.
Las almas perdidas, chapotean las ciénagas,
En el negro páramo, espeso y temido,
El cortejo fúnebre, atraviesa la ciénaga,
Y deja otras almas, vagando en el limbo.
Mientras, en el calor, de un virginal lecho,
La desdicha acecha, y camina despacio,
En un cuerpo candido, de amores dormido.
La parca ha dejado, su cuño grabado.
Ana Olmo
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