Avalancha humana, que aterrada huye,
De una guerra cruel, que todo destruye,
Los montes acogen, el triste lamento,
De gente que viene, llorando a sus muertos.
En la oscuridad, cuando todos duermen,
Un fétido olor a muerte, sus cuerpos desprenden,
Con sus pies descalzos, cubiertos de llagas,
Y dibujado en la cara, un grito de alarma.
Tristeza en los ojos, pómulos hundidos,
Orejas de duende, y cuerpos perdidos,
Llorando en la noche, su triste destino,
Seguirán vagando, buscando el camino,
Que les lleve lejos, de los asesinos.
Ana Olmo
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